Las rocas obtenidas podrían arrojar luz sobre el pasado de nuestro satélite y del Sistema Solar.
La cápsula de retorno de la sonda Chang’e 6 ha aterrizado en la región septentrional china de Mongolia Interior con las primeras muestras de la superficie de la cara oculta de la Luna, que podrían arrojar luz sobre el pasado de nuestro satélite y del Sistema Solar.
El regreso de la Chang’e 6 marca un nuevo éxito del programa Chang’e (bautizado así en honor a una diosa que, según la mitología china, vive en la Luna), que comenzó con el lanzamiento de una primera sonda orbital en 2007 y que ya había logrado alunizar por primera vez en la cara oculta del satélite en 2019 y traer muestras de su cara visible en 2020.
La sonda, cuyo viaje de ida y vuelta se ha prolongado durante unos 53 días, trae consigo unos dos kilos de muestras de roca de la cara oculta de nuestro satélite, las primeras recogidas por los seres humanos. Los científicos podrán confrontar las rocas con muestras recogidas previamente en la cara visible de la Luna “y comparar su composición química para hallar pistas acerca de por qué las dos caras del satélite son tan diferentes”, ha explicado el astrofísico de la Universidad de Hong Kong Quentin Parker, citado por el diario hongkonés South China Morning Post.
La gravedad de la Tierra ha afectado la rotación lunar a lo largo de miles de millones de años, frenándola hasta que los tiempos de rotación y traslación se igualaron: la Luna tarda aproximadamente 27,3 días tanto en girar sobre su eje como en completar una órbita alrededor de nuestro planeta. Como resultado, siempre muestra la misma cara a la Tierra. A diferencia de la cara visible, la apenas explorada cara oculta está marcada por un terreno accidentado, con una cantidad mayor de cráteres, y está a salvo de las interferencias electromagnéticas terrestres, proporcionando un entorno ideal para la colocación de instrumentos científicos.
La sonda superó desafíos significativos durante la recogida de muestras, entre los que destacan las altas temperaturas y las limitaciones de comunicación con la base en la Tierra, lo que provocó que la Chang’e 6 tuviera solo 14 horas para recabar las muestras, siete menos que las que tuvo su predecesora Chang’e 5 para reunir rocas de la cara visible de la Luna.
Durante el proceso de muestreo y almacenamiento, los investigadores chinos en laboratorios terrestres simularon el modelo geográfico del área de muestreo basándose en datos enviados por la sonda, proporcionando un apoyo “clave” para la misión.
La Chang’e 6 extrajo las muestras de su lugar de alunizaje, la Cuenca Aitken-Polo Sur, una de las estructuras de impacto más grandes y antiguas del sistema solar, con un diámetro de aproximadamente 2.500 kilómetros y otros 13 de profundidad. La edad y magnitud de esta cuenca la convierten en un verdadero archivo de la historia lunar y, por extensión, del Sistema Solar.
Asimismo, la región es rica en depósitos de minerales y elementos volátiles que pueden proporcionar información sobre la actividad volcánica de la Luna, y podría contar con hielo de agua en la superficie de algunos cráteres que se hallan permanentemente a la sombra.
China, el único país que hasta ahora ha alunizado en el lado oculto de la Luna, dedicará las dos próximas misiones Chang’e a la exploración del polo sur del satélite, donde tiene previsto construir una base de exploración científica junto con Rusia. La misión Chang’e 7 está programada para llegar al polo sur lunar en 2026, donde buscará depósitos de hielo de agua, mientras que la Chang’e 8 explorará en 2028 posibles usos de los recursos que su predecesora descubra y sentará las bases para una exploración tripulada, que el programa espacial chino espera materializar alrededor de 2030.