Buzos reportaron el importante descubrimiento que podría dar más detalles sobre la presencia del hombre en la etapa prehistórica Península de Yucatán.

Sólo se escucha el respirar de buzos y las burbujas que salen de la boca, rodeados de la oscuridad de uno de los tantos ríos subterráneos que recorren la Riviera Maya, pero al centro se observa la luz de las lámparas alumbrar a algunos huesos enterrados entre los sedimentos del lugar: son restos humanos.

Pero no se trata de un crimen, o al menos no uno actual. La osamenta se encuentra a ocho metros de profundidad y aproximadamente a 400 metros de la entrada de un cenote en Quintana Roo, completamente sumergidos por agua. Son, por lo tanto, los restos de un hombre de la era prehistórica, cuando esas cuevas estaban secas, lo que ocurrió hace al menos ocho mil años. El sitio fue reportado por el buzo Andrea Rosland a la arqueóloga Carmen Rojas, quien lo reportó al INAH y formará parte del proyecto de arqueología del Holoceno de Quintana Roo.

“Se pueden ver parte de la osamenta, el cráneo colapsado por el tiempo, algunos huesos largos, fémur, tibias, peroné, están las clavículas, está parte de las costillas, están algunas vértebras; sin embargo, otra gran parte de la osamenta está por debajo del sedimento”, comentó en entrevista con MILENIO Octavio del Río, arqueólogo subacuático y una de las personas que ya pudo observar los restos en compañía del explorador Peter Broger.

 

Este descubrimiento, un importante hallazgo en materia arqueológica, se encuentra en el área de influencia del controvertido Tramo 5 sur del Tren Maya, entre Tulum y Playa del Carmen, el cual ya ha sido señalado por científicos, expertos e investigadores por poner en peligro el delicado equilibrio ecológico y estructural de la región.

El descubrimiento aún está en una etapa inicial, falta hacer análisis como los de talla, edad, sexo o si son identificables patologías, detalles que junto a los otros 10 cuerpos del mismo periodo que se han encontrado en la región, permitirán reconstruir cómo fue la presencia del hombre en la región antes de que los mayas poblaran la península de Yucatán, unos dos mil 500 años a.C.

“Estos son los primeros individuos que llegan al continente, los primeros pobladores en América. Migran a través del Estrecho de Bering, bajan y por alguna razón llegan a este lugar en concreto y se dan cuenta de que tiene todas las virtudes para que puedan sobrevivir, los elementos necesarios para poder subsistir, como es la caza, los animales, algunas bayas y frutos, y sobre todo están la cuevas que en ese momento están secas y que les propician el habitáculo ideal para refugiarse de las inclemencias del tiempo en una era de extremo frío, al final del Pleistoceno”, detalló Del Río

 

Las cuevas y cenotes, además, fueron utilizadas como repositorios mortuorios, es decir, ahí dejaban los cuerpos de las personas que fallecían. Se trata de humanos que pudieron sobrevivir incluso por encima de la fauna de hace ocho mil años o más, es decir, megalodontes, gliptodontes, tigres dientes de sable, osos chatos y perezosos gigantes, de los cuales se conoce su existencia en la región debido a que se han encontrado sus vestigios en las mismas cuevas.

“Es un área realmente importante, realmente valiosa en cuanto a contextos arqueológicos e históricos que datan desde el origen del hombre en América y que estamos poniendo en riesgo con el trazo del Tren Maya, con la construcción, con las perforaciones, con el sembrado de columnas, con un tren que pasará por arriba de estas estructuras huecas, estos monumentos naturales que son estas cuevas”, concluyó Del Río.

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