En 1994, Natalia Lafourcade cumplió 10 años, y pisó un escenario por primera vez. Antes de subir a la tarima a cantar al lado de un grupo ranchero, la pequeña Natalia experimentó un miedo como nunca antes. Los nervios y la expectativa llenaban su cuerpo, pero cuando terminó de cantar el clásico de Juan Gabriel, “Amor eterno”, la experiencia significó el despertar de su aguerrido e incesante amor por la música. A 26 años de su primera interpretación, Natalia ha encontrado un propósito en la música, y en su amor por el folclor mexicano.

Natalia estrenó su álbum Un canto por México Vol. I, el cual nació de una presentación en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México, creada con fines benéficos. Los fondos recaudados del concierto serían destinados al proyecto que floreció en su corazón –y que por consiguiente ha sido tan exitoso– de reconstruir el Centro de Documentación del Son Jarocho, ubicado en Jáltipan, Veracruz. En 2017, un terremoto de alta magnitud sacudió a los habitantes del centro de México; por desgracia, el Centro de Documentación del Son Jarocho quedó drásticamente dañado.

 

 

Este lugar, fundado por el grupo Los Cojolites, preserva el patrimonio cultural del son jarocho, género tradicional mexicano que destaca por el zapateado, la jarana, y los bellos y animados fandangos. Lafourcade no es ajena al folclor ni a la música tradicional en español, puesto que ha lanzado dos volúmenes de su última producción discográfica Musas, en la cual retoma canciones clásicas de Latinoamérica, y les da “el desnudo tratamiento Natalia Lafourcade”.

El “tratamiento Natalia” es transparente, conmovedor y emocionante. Su pasión se transmite a mil por hora en cualquiera de sus interpretaciones, erizando la piel de los oyentes, sea cual sea el género musical de su preferencia. Tan es así, que fue invitada a representar a México en la interpretación de “Recuérdame”, la canción principal del hermoso pero lacrimoso filme de Pixar, Coco.

 

 

En 2008 se llevó a cabo el Festival Colmena en Tepoztlán, con Sigur Rós encabezando el cartel. Justo antes de la presentación de Sigur Rós, Lafourcade tuvo la dicha de escuchar a Los Cojolites, y quedó helada con su interpretación. “Seguí sus pasos en la música, hasta que llegó el momento de invitarlos a interpretar conmigo ‘Un derecho de nacimiento’ en un concierto de Hasta la raíz en el Auditorio Nacional”, nos dijo Lafourcade en entrevista.

La historia pudo haber acabado ahí, pero Natalia hizo una visita a la comunidad de Jáltipan, donde la recibieron con mucho cariño, música, comida, flores, y claro, son jarocho. Participó en el Seminario Anual de Son Jarocho en el Rancho Luna Negra hace un par de años, y poco después llegó lo inesperado y lo inevitable: el sismo.

Al tener una relación tan estrecha con los fundadores del Centro y su comunidad, ella buscó en su corazón la manera de arrimar el hombro. La respuesta era obvia desde un principio; la pericia de Natalia radica en los sonidos, y ¿qué mejor manera de ayudar a reconstruir un centro de preservación cultural que haciendo música?

En noviembre del año pasado, Lafourcade convocó a un grupo de artistas para crear una presentación única que destinó sus ganancias a la reconstrucción del Centro Documental del Son Jarocho. Con interpretaciones que honran canciones tradicionales del país, y mucha diversidad musical, el concierto fue un éxito. Dejar del lado la grabación del álbum habría sido un pecado. El disco incluye temas sin fecha de caducidad como “Cucurrucucú Paloma”, “Veracruz”, “Ya no vivo por vivir” y “El Balajú” acompañado de la Serenata Huasteca, así como también temas muy queridos de Natalia: “Hasta la raíz”, “Lo que construimos”, “Nunca es suficiente”, y otros, no se ausentan.

 

 

La producción de Kiko Campos, los arreglos de Natalia, Kiko y Nando Hernández, y las participaciones de Panteón Rococó, Carlos Rivera, Leonel García, Los Auténticos Decadentes, Jorge Drexler, Meme Del Real, y por supuesto, Los Cojolites, hacen del disco un exquisito manjar, en el cual reina la diversidad de géneros, la colaboración, el alma colectiva, el respeto por los géneros abordados (son jarocho, bolero, mariachi, cumbia y norteño coexisten con el pop), el compañerismo, y las ganas de reconstruir un Centro que preserva una tradición milenaria.

Las dos nuevas canciones del puño y letra de la intérprete, “Una vida” y “Mi religión” son retratos auditivos de la pasión del tratamiento Lafourcade y de la canción tradicional mexicana. “Mi religión”, es una carta de amor a la música que fue hecha mientras se transportaba a la emoción de la Natalia de 10 años. “La canción habla de eso, de cómo fue mi primer encuentro con la música viéndola cara a cara en el escenario. El amor ha sido esta presencia que poco a poco he ido encontrado en la música, no siempre canté ni interpreté la música en esta frecuencia, pero en los últimos años he conectado en esta frecuencia en la música. Como en el amor, cuando conectas, hagas lo que hagas todo va bien y todo se ilumina. Para mí, ha sido maravilloso ver el poder que la música tiene con la gente, y el poder de endulzar la vida y el corazón de muchas personas, esto le ha dado sentido a mi vida y a mi existencia. Quise componerle una canción a la música en agradecimiento”, nos comentó Natalia.

 

 

Desde su debut en solitario en 2002, Natalia ha logrado el éxito crítico y comercial con sus honestas composiciones. Producción tras producción, el crecimiento artístico de la intérprete es evidente, pero su magia no sólo radica en su habilidad para escribir letras y tocar instrumentos, sino en la desnudez y la transparencia con la que lo hace, encontrándose de frente con sus emociones, de una manera impávida e implacable. Según su pensar, este es el mejor modo de afrontar el reto de presentar y preservar el folclor ante las audiencias de la nueva normalidad. “Hoy en día, todo nos lleva a estar fuera, a ponernos en función de todo lo que hay afuera de nosotros, y nos aleja un poco de conectar con la esencia de nuestra propia semilla interna. Se trata de no tener miedo de enfrentar lo que tenemos dentro y la sensibilidad que aflora en la música, en donde exploras un poco más en sentimiento, añoranza y memoria. No hay que tener miedo de sentir”, afirmó.

No extraña que Lafourcade hable de una manera tan romántica acerca de sus proyectos, pues siempre busca el espíritu que habita en la música, o a lo que ella y otros músicos se refieren como “el duende”, y siempre se pone al servicio de este. “Este duende es especial, y cuando no lo tratas bien o con respeto, cuando no eres transparente y honesto, este duende no reacciona. No se ilumina dentro de lo que haces, así que me gusta mucho buscarlo. Amo buscar el espíritu de lo que hago, volverme su trabajadora y permitir que salga a través de mí, y confiar en que será bonito y será lo que tenga que ser. Esta es mi regla para compartir lo que hago. Y también colaborar con otras personas es algo muy importante para mí, trabajar en equipo, invitar y colaborar”, cuenta.

 

 

Al igual que en la ejecución de la interpretación del folclor, cuando habla de él lo hace con respeto y mucho cariño. “Hay música con la que uno conecta y siente inmediatamente; hay otra, que es para divertirse y bailar. Eso está bien, todo se vale, respeto la música y todos los géneros. Viva la diversidad. Pero siento que, en el caso del folclor, la música es mucho más aterrizada y elevada. Es música que conecta los inframundos con el que vivimos, es música que maneja una cosmovisión y tiene mucho contacto con la sabiduría de la naturaleza y de la tierra. Una sabiduría única y compartida en todos lados. Conecta con algo más grande que tú mismo, o con algo que pueda ser explicado. Por eso amo esta música y amo interpretarla, porque despierta las emociones en mí y las de la gente que la escucha. Genera conexiones y son canciones que te hacen reflexionar y conectar con el poder de sanación de la fuerza de la música”.

De alguna manera, las interpretaciones de Natalia Lafourcade están hechas para invitar al oyente a abrir su corazón con una entrega total y afrontar las emociones al desnudo, así como ella lo hace y ha hecho en cada uno de sus discos. En Un canto por México, Lafourcade abre su alma con un propósito y compromiso importante, para que los músicos veracruzanos puedan continuar preservando esta emoción y esta apertura del alma, desde el son jarocho.

 

Escucha Un canto por México Vol. I:

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