Hablar de conflictos bélicos es referirse de manera inevitable a muerte y destrucción. El gran público se percata de estas circunstancias a través del poder de atracción y empatía que ejerce la imagen. Si bien es cierto que, como analizaba la profesora Susan D. Moeller, se corre el riesgo de provocar en el espectador una “fatiga por compasión”, donde la saturación de fotogramas de dolor pueden provocar el efecto contrario: la normalización del sufrimiento y su escasa capacidad de conmover a la audiencia internacional.

En la actualidad, tristemente, son numerosas las guerras que siguen azotando la convivencia pacífica del ser humano: desde Palestina a Yemen, pasando por Siria, y llegando a la más reciente de ellas, la invasión de Ucrania por parte de Rusia.

Solidaridad con Ucrania

Paralelamente a esta agresión, que vulnera todas las reglas del Derecho Internacional, se ha generado un poderoso movimiento de solidaridad a favor de la población civil desde el punto de vista normativo (marco de protección a los refugiados), mediático y ciudadano. Todo ello, sin olvidar las sanciones económicas impuestas por EE.UU. y la Unión Europea a Rusia.

Dentro de las estrategias de apoyo al pueblo ucraniano, desde donaciones a enorme visibilidad en redes sociales y diferentes plataformas comunicativas, ha tomado un papel relevante y novedoso la industria del videojuego. Más allá de la instrumentalización propagandística inicial que se realizó de algunos títulos (en especial, Arma 3), importantes estudios próximos a Ucrania y de todas partes del orbe han manifestado su rotundo rechazo al ataque ruso.

No es la primera vez, ni será la última, que el mundo del videojuego (desde sus creadores a la comunidad de jugadores) se posiciona en contra de determinadas acciones políticas y culturales, traspasando su mera concepción lúdica hacia otra más reivindicativa.

Relevantes organismos internacionales, como la ONU y las agencias que de la misma se derivan (UNICEF, UNAOC, UNESCO, ACNUR), llevan años analizando las características de este formato y sus posibles beneficios para favorecer el diálogo, construir la paz y activar la empatía entre los más jóvenes.

El mundo del videojuego y los conflictos

En 2020, tras la muerte del afroamericano George Floyd en la ciudad de Mineapolis, y ante la indignación social que causó (movimiento Black Lives Matter), desde plataformas de videojuegos digitales como itch.io se promovieron iniciativas como el Bundle for Racial Justice and Equality. A través de un pago de 5 dólares, el usuario podía acceder a un enorme lote de más de 1 000 títulos. Mediante esta acción se quería denunciar “la injusticia racial, la desigualdad y brutalidad policial contra la población negra”. Se recaudó la impresionante cifra de nueve millones de dólares, que fueron a parar a dos fundaciones pro Derechos Humanos.

En mayo del año siguiente, a raíz de los intensos bombardeos de Gaza por parte de Israel, creadores y desarrolladores de videojuegos amateurs celebraron la Palestine Game Jam con el fin de arrojar luz sobre lo que estaba sucediendo: “Una nación entera está siendo borrada lentamente de la existencia, de la manera más horrenda posible, y es nuestro deber darles una voz”.

Como resultado de este encuentro se organizaron foros sobre la historia y la cultura de Palestina en discord y se diseñaron juegos fuertemente reivindicativos como Don’t Die Without Me, sobre los devastadores efectos de los ataques aéreos sobre el pueblo palestino. De manera complementaria, se consiguió casi un millón de dólares para la UNWRA (la Agencia de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo), gracias al Indie Bundle for Palestinian Aid.

El conflicto actual

Estas experiencias previas han tenido continuidad en la guerra de Ucrania. Se ha diseñado, de nuevo en itch.io, una campaña para conseguir ayuda económica mediante la venta de cientos de videojuegos al precio simbólico de 10 dólares (a fecha de 14 de marzo ya ha conseguido el objetivo marcado, reunir cinco millones):

“El pueblo de Ucrania está bajo ataque. Como desarrolladores de juegos, queremos crear nuevos mundos, no destruir el que tenemos. Por eso nos hemos unido para presentar este paquete de caridad para ayudar a los ucranianos a sobrevivir esta terrible experiencia y prosperar después de que termine la guerra. Esta causa ha resonado entre los creadores de todo el mundo, hasta el punto de que nuestro paquete contiene casi 1 000 juegos, juegos de rol de mesa, libros…”.

No solo eso. Desde el instante en que los tanques rusos cruzaron la frontera con Ucrania, cientos de estudios, diseñadores y compañías de videojuegos han mostrado su total rechazo a este hecho, difundiendo sus proclamas desde todas las redes sociales.

Uno de los casos más sonados ha sido el de 11 bit studios, creadores del premiado This War of Mine inspirado en el Sitio de Sarajevo. Su identificación con la causa ucraniana ha provocado un encendido debate en plataformas como Steam o Reddit, donde las comunidades de jugadores rusos y chinos han atacado la “politización” del juego.

La “cuarta pared”, los espacios virtuales –mediante la identificación entre el yo y nuestros avatares, lo que Brian Massumi definía como Propioception–, se han puesto al servicio de la diplomacia digital y han permitido emplear los videojuegos para la denuncia política, para la búsqueda de solidaridad o la concienciación. Esperemos no caer, en este caso, en la “fatiga de la representación”, pues en el plano de la realidad el game over es definitivo.

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