El candidato había cuestionado a los altos mandos militares por sus supuestos vínculos con el clan del Golfo

El jefe del Ejército colombiano ha roto este viernes la neutralidad que se le presupone a una institución del Estado durante la campaña electoral. Eduardo Zapateiro, el representante más notable del ala dura y conservadora de los militares, ha atacado con dureza a Gustavo Petro a través de Twitter. La sorpresa en el equipo del candidato de izquierdas ha sido mayúscula por tratarse de un hecho tan poco usual. Petro tiene una relación tensa con los uniformados por su pasado guerrillero y por mantener una postura muy crítica con operaciones militares como la de hace unas semanas en el Putumayo, en la que murieron civiles en circunstancias sospechosas. Ahora ha quedado más en evidencia que nunca.

Dos días atrás, Zapateiro tuiteó un sentido mensaje por la muerte de seis soldados en un atentado cometido por el clan del Golfo, una organización criminal dedicada al narcotráfico. Petro utilizó ese mensaje para decir que algunos generales “están en nómina” del clan. “La cúpula se corrompe cuando son los politiqueros del narcotráfico los que terminan ascendiendo a los generales” añadió. La respuesta del general se hizo esperar, pero fue contundente. Acusó a Petro de aprovechar la muerte de los soldados para hacer campaña y le recordó que desde 2001 han sido más de 500 los militares asesinados o heridos en el cumplimiento de misiones. Y lo invitó a denunciar ante la fiscalía a los generales corrompidos a los que se refirió.

El cruce de mensajes ha dejado perpleja a la opinión pública. No ocurría algo así desde la presidencia de Ernesto Samper (1994-1998). Samper se enfrentó a Harold Bedoya, el jefe de las Fuerzas Armadas de entonces al que acabó destituyendo. La paranoia golpista se disparó en ese momento. Circulaban los rumores de que el presidente podía ser depuesto por un golpe militar en cualquier momento. No ocurrió finalmente. La democracia colombiana aprendía en ese momento a separar política y Ejército, algo que había estado unido hasta 1991. Hasta esa fecha los ministros de Defensa eran siempre militares. El economista Rafael Pardo fue el primer civil en ocupar ese cargo.

En un país en el que una guerra se ha ido solapando a otra durante décadas, con periodos breves de paz, el poder de los militares es enorme. Su desempeño fue muy cuestionado durante las protestas del año pasado, en la que murieron más de 60 personas. Zapateiro viajó en aquellas fechas a Cali, el epicentro de las revueltas. Los métodos del general eran temidos entre los manifestantes. El alcalde de la ciudad, Iván Ospina, en teoría estaba al mando de la seguridad, pero la realidad es que mandaba Zapateiro.

Hace dos años fue muy criticado por la forma en la que se dirigió a la cámara durante un noticiario de televisión. En un minuto pronunció un discurso casi político en el que decía hablarle “al pueblo”. Acabó la intervención con un grito, ¡Ajua!, que fue motivo de chanzas. No le fue mejor cuando lamentó la muerte por cáncer de John Jairo Velasquez, Popeye, uno de los sicarios del narcotraficante Pablo Escobar.Petro, de visita en una región, eludió entrar de nuevo a polemizar con el general. Tan solo preguntó por qué se daba por aludido. Más elocuente ha sido en el pasado Ernesto Samper, que en su día sufrió este tipo de injerencia y ha polemizado a menudo con el general, hasta el punto de pedir su destitución. “Los militares no pueden ser deliberantes en materias políticas, lo dice la Constitución y punto”, dijo hace un año sobre otras declaraciones polémicas de Zapateiro. El prestigioso constitucionalista Rodrigo Uprimny, una de las voces más respetadas en el debate académico, dijo que el hilo del comandante viola dos artículos por intervenir en política siendo servidor público y al mismo tiempo militar. “Muy grave”, concluye.

En uno de sus últimos mensajes, el jefe del Ejército dijo no haber visto en televisión a ningún general habiendo recibido dinero “mal habido”. “Los colombianos lo han visto a usted recibir dinero en bolsas de basura”, continuó. En efecto, ese vídeo existió y fue investigado, pero la Corte Suprema de Justicia archivó el caso porque había prescrito. De todos modos, la Corte aseguró que el origen del dinero era lícito y no provenía de un narcotraficante, como decían sus enemigos políticos. El caso había quedado en el olvidado hasta que ahora lo ha revivido Zapateiro.

La izquierda colombiana también ha denunciado las injerencias en campaña del presidente Iván Duque, que derrotó a Petro hace cuatro años en las urnas. Durante la primera semana de marzo, a una semana de las elecciones al Senado, Duque lanzó varios mensajes velados contra su antiguo adversario. El máximo adversario en esta ocasión, Federico Gutiérrez, mantiene una postura ambivalente. Ha recibido la herencia de la derecha y del actual presidente, aunque trata de no referirse a él demasiado en público por su baja popularidad.

Toda la campaña gira alrededor de Petro, favorito en las encuestas. Hasta el punto de que sus adversarios parecen haber desaparecido del debate público. La Semana Santa estuvo dedicada a discutir cuáles eran las intenciones de su hermano al visitar una cárcel en Bogotá; esta semana arrancó con la expulsión de su campaña de Piedad Córdoba, una aliada histórica, por los escándalos judiciales en los que pueda verse en breve. Ahora ha aparecido Zapateiro con una intromisión que nadie esperaba. Los personaje secundarios cambian cada día, pero Petro continúa en el centro de todas las discusiones. Así un día detrás de otro.

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